31.3.08

El armario de las abuelas

En mi armario no cuelgan los vestidos, sólo trozos de corazones rotos. ¿Cuánto tiempo llevará este viejo consuelo en nuestra familia? ¿Cuántas lágrimas habrán recorrido nuestras mejillas? Al menos dieciséis plaquitas con los nombres de mis abuelas y las abuelas de mis abuelas grabados en ellas, incrustadas en el fondo del mueble. Es con Emilia -la abuela enfermera a quien le gustaba además cabalgar por campos dorados, cocer avena y remendar las muñecas y los juguetes rotos de los niños pobres a falta de puntadas para el alma- con quien aparece la primera fecha: 1764.

Sin embargo, yo calculo que nuestro hermoso artefacto se remitirá hasta el siglo XV. Cuenta la abuela Antonieta que fue el gran Ludovico, padre de la abuela Geovanna, en la Italia renacentista, quien, buscando darle consuelo por la muerte de su amado Geovanni, mandó construirlo con el mejor ebanista de su ciudad. Durante semanas el artista talló, labró y pulió las mejores y más finas maderas, sin permitir que ninguno de sus aprendices posara siquiera la mano sobre la obra que adornaría las habitaciones de quien, decían algunos, era la doncella de sus ojos, su secreto de amor.

De lugares lejanos llegaban hermosas telas pobladas de luz, hilos de vistosos colores y joyas que se guardarían en el armario pero, mientras imaginaban las hilanderas la belleza de quien portaría tan dignos vestidos, a Geovanna el espíritu la abandonaba poco a poco. Su padre, teniendo cuatro varones como descendencia pero tan sólo esa frágil mujercita, viva imagen de su fallecida esposa, y amándola en exceso, buscaba distraerla organizando bailes y fiestas en su jardín, invitando jóvenes a visitarla, contratando músicos, consiguiéndole libros –antaño su ocupación favorita-, abrazándole, tocándole los cabellos y besándole las mejillas, sin lograr devolverle un leve rubor a la piel que luciera rosada cuando vivía su amor.

El obsequio estuvo por fin una tarde listo, el acabado era impecable, flores, aves y el escudo de la familia ornamentaban las puertas, y era notable el empeño y el amor invertido en la que podía clasificarse como una obra de arte. Los ropajes no eran de menor calidad y hacían mancuerna perfecta con el guardarropa. Como festejo al fin de la espera, Ludovico invitó a todos los vecinos a disfrutar de la noche en sus huertos, ofreciendo deliciosas viandas y un inmejorable ambiente. Las luces flotaban en el aire, el vino iba y venia de unas manos a otras y los hermanos cantaban romances frente al balcón de su hermana quien, a pesar de su tristeza y abandono, lucía resplandeciente al llegar tomada del brazo de Ludovico a la celebración.

No toleró más de tres rondas, un pastelillo o dos copas. Cada latido del corazón era tan sólo dolor. La aflicción y su andar la llevaron hasta la soledad de su armario, ya trasladado a sus habitaciones. Ahí, escondida entre la oscuridad rogó con gritos ahogados ayuda para acabar con su infortunio. Apareció entonces el demonio y terminó por robarle el poco entendimiento que le restaba. Geovanna creyó escuchar una dulce voz que en melodía le decía:
“Deja tu corazón en este ropero,
En la vida hay un solo amor sincero
Si no lo tienes contigo en este mundo
Ya lo tendrás en el morir venidero”.

Tomando como verdadera la ilusión de su mente perturbada, la abuela salió del armario, comenzó a sacar todos los trajes, que jamás llegarían a utilizarse, y extrayendo de debajo de su almohada el arma que guardaba desde el trágico deceso de su amado, volvió a encerrarse, se desnudó el pecho y comenzó a atravesar la piel trazando una circunferencia perfecta hasta arrancarse la masa sangrienta y caer en el instante con ésta entre las manos.

Ludovico, ya cansado por los años no pudo resistirlo y murió pronto. Los cuatro hermanos fueron mitigando el dolor poco a poco y el olvido, que todo se lo lleva, permitió que el armario llegara a las manos de alguna de las numerosas sobrinas de Geovanna, quien basada en la historia con la que la habría arrullado alguna de las nodrizas, instituyó la costumbre en la familia: Cada pena de amor debía colgarse simbólicamente en el armario, cada una de las mujeres iría dejando trocitos de su corazón, olvidando con su cerradura a quienesquiera las provocaron. Cuando la tristeza era grande, las mujeres le daban obsequios a la doncella afligida, hacían fiestas con té, galletas y otros manjares exquisitos que comían en el patio mientras sus hermanos les cantaban canciones para alegrarles la vida, sin olvidar jamás esta estrofa:

“Deja tu amor en este ropero
No es el único, hay muchos mas afuera
Encuéntralo pronto, búscalo aquí
No esperes a la vida venidera”.

Esta noche he recibido pañuelitos perfumados de la abuela Antonieta, flores de azahar de mi madre, Ricardo y José sacaron el piano y tocan para mí la sonata “Claro de luna”, mis hermanas, Luz y Elisa, han cocinado jamón endulzado con piña y cerezas, panques rellenos de queso crema y, para beber, chocolate caliente, las tías insisten en que muchas de las abuelas fueron felices, pero yo no puedo dejar de ver a la luna que esta roja, como sangrando, me es imposible sacar de mi mente a Geovanna escuchando esa voz en su alcoba, en la oscuridad del armario que ahora esta en la mía, frente a mi cama, que alcanzo a ver por la ventana, que creo escuchar desde el balcón, ese sonido que se cuela entre los naranjos del jardín, que deja mudas las canciones de mis hermanos y grita, grita y llena mi cerebro: “Deja tu corazón en este ropero, en la vida hay un solo...”

Por favor, no te vayas amor, dime algo esta noche. No me dejes aunque yo te haya abandonado bajo esa lapida, con ese epitafio y esas flores encima, con mis congojas y mis pesadumbres rociándolas como una lluvia. Cuéntame que el amor no es uno sino muchos, nárrame su brevedad, insísteme en que busque a alguien más y dilo fuerte, muy fuerte, que la noche es larga, y esa monstruosa y dulce voz ya esta penetrando mi mente.

1 comment:

Consolation Des Arts said...

Hola!

Bueno pues hace tiempo que no andaba por acá. Este cuento es muy lindo, bueno lindo no es la palabra adecuada...bueno aunque también lo es. Lo leí rápidito porque estoy trabajando según jaja. Tragedia envuelta dulcemente con un moño rojo...algo así.
Saludos...