La soledad es una doncella sin mácula. Pocos valientes se aventuran a desentrañar sus placeres, pues a primera vista luce como una triste mujer enfermiza vestida de gris. Me explico y os cuento:
Maga Maga está de mudanza, nada de trascendencia pero, al fin y al cabo, cambia de esquina. Es una necia. Ha estado retacando un esbelto estante con libros y libros y libros. Por fin consigue que doña M mayor le venda uno igual a cambio de tan sólo ciento cincuenta moneditas. El nuevo tesoro es suyo. Comienza a trasladar los pequeños paralelepípedos de colores. Lleva ya la cuarta parte de un duplo. De pronto, el viejo amigo librero comienza a tambalearse. Su peso se viene sobre la Maga. Ella lo sostiene. Intenta pensar. Es una tonta. No funciona en la vida práctica. Nunca aprendió a utilizar el VHS. No sabe poner bien el cerrojo a su casa. Le echa demasiado jabón a la ropa…
Necesita deslizarse hacia la base del cachivache. Ahí está el problema. Se le ha zafado una pequeña tablita. No puede tomarla con las manos. El mueble le caería encima. Trata de asirla entre los dedos de los pies. No lo logra. Insiste. Negativo. Vuelve. El resultado es el mismo. Por cuarta vez. Igual. Se siente como un@ Oliveir@. Pretendiendo enderezar clavitos. Buscando terrones por los suelos. Obligando a Talita a que le pase el mate a través de un frágil puente. Absurdamente cortazareana. Vomitando conejitos. Con la casa tomada. A la quinta escucha una vocecita. (Y no es Dios):
— ¡Maga Maga! ¿No me ves? Estoy aquí…
— ¡Levi!
Leviatán es un enorme oso. Café y peludo. Portando una gigante y naranja gabardina. Un compañero de infancias y adolescencias. El hermano mayor que siempre quiso tener. El brazo sobre el que lloró tantas madrugadas. Aquél con quien imaginaba bailar “Adiós muchachos”. El único que decía: “Sí, poné ese tango, aunque nos deprima, que ya luego nos endulzamos la vida con un panal de miel”.
Está sentado sobre una silla de metal, mirando sus años en el espejo. Se desliza para ayudarme a detener aquello que en algún momento me pareció un armatoste. Siento su mano de peluche sobre mi hombro. Termino de vaciar los anaqueles. Le doy un beso. Que es un gracias.
Epitafio...
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Veo mi cuerpo quemado entre mis manos, puedo sentir mis huesos, desde
afuera. Por vez primera tendré que decidir qué hacer conmigo, yo y no los
demás o la ...
11 years ago
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