Voz en off

Yum, yum... Esta es la voz en off para el corto. No puedo evitar sentir que está cursísima. Si Kathya me oye, me va a regañar, porque, aunque esté cursi, me gusta. Cambiaron algunas escenas en la historia por decisión del equipo, pero, como sea, ahí va:

Me marcho María y es que con tu pendiente entre mis manos y recordando ese atardecer juntos me resulta imposible no desear más. Necesito de tus hombros suaves, tus oídos redondos, tus dedos largos y delgados buscando que los míos los calienten. No hay mirada más dulce que la de la sangre cercana… Las bancas de nuestra ciudad, colándonos el frío al cuerpo. El lugar que compartimos cuando niños para ver desde el parque, el frío crepúsculo en invierno con tu cuerpo tiritando y esa sonrisa congelada, con tus dientes como de aretes de luz.

El mismo pendiente, esa joya, tu sonrisa burlona, el gesto con el que me decías "Tira esas cosas, tus pies se van a podrir" y mira que por aquí debe estar ese par, acompañante de tantos buenos ratos, entre tú, Ricitos de oro, y yo, el Oso, Oso, Oso apestoso, que te cuidaba. "¿Quién me cuida? ¡Me cuida ese Oso!", cantabas y yo preguntaba "¿Quién te cuida?" Y tú contestabas "Tú, mi Oso, mi Oso, apestoso". Y entonces robabas uno de mis zapatos y seguías cantando "¡Apestoso, apestoso, lo deberías moler, o tu zapato te podría comer!" Y corrías y como cada vez que me gritabas y me sermoneabas yo sabía que estabas tras esa pared de siempre y entonces "¡bu!" Y tú continuabas: "Podrido, podrido, tú no podrás conmigo" y comenzaba el juego del podrido contra la Ricitos de oro y el Oso terminaba ganando porque te quitaba la fuente de la peste y la mandaba al otro lado del bosque y tirados sobre nuestro imaginario pasto en la sala, cuidando las chucherías de mamá, no hacíamos más que dar de patadas y revolcarnos forcejeando como dos inocentes, pero esa tarde algo cambió y mi boca rozando tu oreja, ya no era la mordida de un Oso amenazante, sino el beso de un enamorado. Y probaba tu piel, miraba el sol en tus oídos, atrapaba tu aroma, para siempre…

Y ahora, María, que te se tan cerca y tan lejos, cierro los ojos y veo tu olor dentro de mí, tu dulzura recostada como un bombón de azúcar y, sí, estás aquí. Déjame tocarte por última vez, guardar en mi maleta una docena de tus cabellos, algunas células de tu piel. Dame una mirada por último recuerdo. Dame una mirada por último recuerdo, sí, pero no me digas que no me vaya, no me pidas que me quede, no me entregues esas palabras a mí, no hay ya más salida que acallarlas, mi amada, mi sangre, hermana querida...