El yo interior.

El yo interior eres tú. Es un huevo en movimiento. Sientes cierto placer al roce de tu cáscara y la clara. Pero sabes que hay algo más. Conoces la existencia de un objeto más profundo. No puedes tocarlo. Ni siquiera entiendes como te has enterado que está ahí.

El placer de contactar con la clara puede enceguecerte. En ello puede gastarse el transcurrir de los días de tu existencia. "Soy tan joven —dices— habra más tiempo adelante para llegar a él". ¡Necio, ciego! Y pensar que la clara es transparente. Es clara.

No. No lo es. Pues te has vuelto duro como un huevo cocido. Y sólo das mordiscos inútiles. Engulles un chocolate para saciar tu hambre en vez de servirte un plato nutritivo. Eres tan pero tan flojo.

Y sin embargo alli está la belleza de la yema. Amarilla. Ahí en tu interior. De verdad está ahí. Descubre su verdadero nombre. Conócela. Disfrútala. El colesterol es un riesgo. El miedo es una batalla. Sólo alimentate sanamente. Come frutas y verduras. haz ejercicio veinte minutos tres veces por semana. Cierra los ojos. Sumérgete.